Saca del “closet” a Teresa de la Parra
Palabra
de Mujer/redacción
Crítica
literaria y escritora, Sylvia Molloy, ha sido una pionera a la hora de
combatir el recato y el silenciamiento que hasta no hace mucho envolvía
la homosexualidad, la literatura homosexual y la homosexualidad de ciertos
escritores y escritoras, tanto en la crítica como en la historia literaria en
Latinoamérica. Cuarenta años viviendo en los Estados Unidos y enseñando en las
universidades más prestigiosas (Princeton, Yale, y actualmente New York
University) han hecho de Molloy una de las voces críticas más influyentes de la
escena hispanoamericana. Hoy publicamos un extracto de la entrevista que
recientemente concediera al periodista Patricio Lennard, en Página/12,
Argentina, donde, entre otros aspectos, se refiere a nuestra escritora insigne,
Teresa de la Parra, quien el próximo lunes 5 de octubre 2009 arribará a
120 años de su nacimiento.
(Segmentos
de la entrevista)
”Cuando
era joven –y te estoy hablando de cuarenta años atrás– había un closet tácito.
Era un mundo de disimulos que se manejaba mucho más por alusión que por declaraciones.
Había códigos que permitían el reconocimiento mutuo, el uso de ciertas
palabras, formas de mirar, y las amistades eran muy importantes. Había una
circulación secreta del deseo, que no se nombraba. No lo nombrábamos nosotras
ni quienes a priori lo criticaban. Yo jamás le oí decir la palabra lesbiana a
mi madre, por ejemplo. Decía ‘mujeres raras’, o ‘amores raros’”.
“Yo he
trabajado bastante sobre Teresa de la Parra, escritora venezolana muy
importante, desde el punto de vista del género, y acaso por eso mismo mal
leída. Teresa de la Parra tiene dos novelas notables, la primera, Ifigenia, y
la otra, más conocida, Memorias de Mamá Blanca. En las dos se entretejen temas
que permiten configurar una sexualidad no dicha, temas como la amistad
apasionada entre mujeres, la necesidad de exiliarse de una sociedad donde uno
no cabe, la estulticia de la burguesía caraqueña, el sacrificio individual en
nombre de un deber de clase, y siempre, por encima de todo, la insinuación de
un secreto que nunca se revela. Cuando fui a Caracas a trabajar sobre sus
manuscritos, muchos de los cuales están en la Biblioteca Nacional, visité a
Velia Bosch, crítica venezolana a cuyo cuidado estuvo la obra de Parra y que,
por eso mismo, se considera un poco dueña de la escritora. Sin embargo, basta
cotejar la edición que hizo de los Diarios de Parra con los originales para
comprobar que están totalmente recortados. Teresa de la Parra murió de
tuberculosis en Madrid en 1936 y su pareja, la antropóloga y escritora cubana
Lydia Cabrera, la acompaña hasta el final. Ambas están en España y en los
Diarios, suponte, en un momento dice Parra: ‘Hoy Lydia fue a la ópera y cuando
volvió se acostó en mi cama y hablamos de Tristán e Isolda’. Comparando, ves
que en la edición de los Diarios que hace Bosch falta ‘en mi cama’. Entonces te
das cuenta de la lectura voyeurística que hizo esta mujer, porque dudo mucho de
que, en ese contexto, ‘en mi cama’ quiera decir otra cosa que acostarse junto a
la compañera enferma. Pero el miedo, el pánico de esta crítica la lleva a
sobreleer y a hacer recortes como éste, nimios pero significativos. Cuando me
encontré con Velia Bosch, sabiendo acaso que si ella no sacaba el tema lo iba a
hacer yo misma, me dijo: ‘Se habla mucho de la homosexualidad de Teresa de la
Parra, pero francamente yo no creo para nada en eso. Las mujeres somos muy
afectuosas.
El gran
amor de su vida fue Gonzalo Zaldumbide. Y su relación con Lydia Cabrera…
bueno, ellas eran muy amigas’. Incluso, Bosch me llegó a decir que le había
dicho a la propia Lydia Cabrera que se equivocaba en lo referido a la supuesta
homosexualidad de Teresa. ¡A la mujer que había sido su pareja! ‘No, Lydia, tú
te equivocas. Teresa no era así.’ Una escena de una ridiculez lamentable.”
Fuente: Patricio
Lennard, página 12, Argentina, 25/09/2009
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